Sobre la Unión de los Republicanos

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Es necesario aunar los esfuerzos de todos los republicanos españoles; pero hacerlo de modo que ello no signifique la persistencia de crasos errores que han venido haciendo imposible el triunfo de la idea. Se hace imprescindible una fijación de programa definido.

Nosotros, los republicanos presidencialistas, no queremos ser un grupo más dentro del campo de las izquierdas. Nos proponemos convencer a quienes desean un gobierno republicano políticamente democrático y socialmente justo, de que esta aspiración sólo se puede realizar mediante el presidencialismo. No queremos, pues, dividir sino unir a los republicanos bajo una bandera que multiplique sus esfuerzos al encaminarlos por una ruta segura y provechosa.

Creemos sinceramente que el parlamentarismo ha cumplido ya su misión histórica y que por ello no será el régimen del porvenir. Por eso hallamos necesario emprender, desde luego, otro camino para conseguir el triunfo y los ideales que abrigamos.

En la previa labor de allanar obstáculos, deseamos marchar juntos con los otros republicanos. Pero después, en la tarea constructiva, no podemos unirnos a quienes no admitan la indicada orientación. Haciéndolo incurriríamos en el mayor delito que cabe cometer en política: la deslealtad.

Juzgando errónea la tendencia, tan corriente entre los republicanos españoles, de laborar por la instauración de una república de tipo francés (burguesa y caciquil como la monarquía constitucional) no debemos ayudar a su triunfo.

Nuestro deber es hacer un llamamiento a los republicanos entusiastas y conscientes, para que todos se unan y sigamos juntos la senda nueva que garantiza la plena consecución de la justicia política y social.

Es absurdo, a nuestro juicio, el divorcio existente entre republicanos, socialistas y comunistas. Deseamos fundir esos grandes grupos de hombres abnegados en una masa poderosa que, por el camino de un régimen en el que se armonizan la democracia y la eficacia, triunfe en la gran batalla contra los viejos sistemas burgueses recalcitrantes y aristarcas interesados en mantener indefinidamente, bajo monarquía o república, un estado de cosas que repugna a nuestra razón y atenta a nuestra dignidad de hombres libres.

No se nos mire, pues, a los republicanos presidencialistas como a disidentes. El silencio en momentos como los actuales, decisivos para los destinos patrios, es un crimen que ni el temor a los ataques de los adversarios ni el dolor que nos causa la incomprensión de los afines, nos obligará a cometer.

Brindamos la idea que estimamos salvadora a todos los correligionarios de claro criterio y buena voluntad. No queremos dividir, repetimos, sino multiplicar las fuerzas republicanas, dando cabida en ellas a quienes antes no se atrevían a unírsenos, porque se incluían en los programas de grupos puntos absurdos por antisocializadores, o improcedentes como los religiosos, que deben abandonarse a la conciencia individual dentro de la libertad colectiva.

Luis Hernández Alfonso

«El Presidencialista», n.º 9 (septiembre de 1928)

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~ por rennichi59 en sábado 14 septiembre 2013.

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